La COVID-19 hace disminuir las protestas no violentas, mientras que las violentas se mantienen

Laia Balcells, profesora en Georgetown especializada en conflictos armados, protagonista del último seminario del ciclo MDAE de DIPLOCAT y el IBEI

DIPLOCAT ha organizado hoy el sexto y último seminario del ciclo sobre la COVID-19 y su impacto global y europeo, conjuntamente con el Instituto Barcelona de Estudios Internacionales (IBEI), en el marco de la red MDAE alumni y con el título de "Conflictos políticos y COVID-19 en el mundo".

El acto ha sido introducido por Jacint Jordana, director del IBEI, y por Laura Foraster, secretaria general de DIPLOCAT. Jordana se ha mostrado satisfecho por cómo ha funcionado el ciclo y ha remarcado la voluntad del IBEI de continuar la colaboración con DIPLOCAT en formato digital, ya que permite llegar a más personas y tener ponentes internacionales sin la necesidad de desplazamientos. Foraster ha destacado el interés por el tema de este último seminario y ha agradecido la buena colaboración del IBEI.

Lluís Rovira, director de la Institución de Centros de Investigación de Cataluña (CERCA) y graduado de la tercera edición del MDAE, ha moderado el acto, que por primera vez era abierto a todos los públicos y no sólo a los ex alumnos del máster. La ponente invitada ha sido Laia Balcells, doctora por la Yale University (2010) y profesora titular en la Universidad de Georgetown, especializada en conflictología, que ha analizado el efecto de la COVID-19 en conflictos internos en todo el mundo.

Balcells ha comenzado diciendo que aún es muy temprano para poder saber cuál ha sido el efecto real de la COVID-19 sobre los conflictos. Su ponencia se ha basado en la información disponible sobre qué ha pasado en los últimos meses y en la experiencia de los efectos que otras pandemias han tenido sobre los conflictos. Ha recordado cómo, al principio de la pandemia, António Guterres hizo un llamamiento a detener los conflictos armados y que esto, sumado a las restricciones de movimiento que dificultan el comercio armamentístico, han derivado en una bajada de la conflictividad en muchas zonas, que no quiere decir que haya llegado la paz.

Laia Balcells ha explicado que los países donde hay conflictos internos suelen ser países débiles a la hora de gestionar una pandemia y el tipo de gestión que se hace puede llevar a un aumento de la conflictividad si se aplican medidas coercitivas. Esto ha ocurrido con la pandemia del Ébola, en que las medidas coercitivas han derivado en un aumento de la conflictividad. En este sentido, los conflictos no aparecen como reacción a la pandemia, sino como reacción a las políticas represivas del estado para controlarla, y ello tanto en países en conflicto como en democracias avanzadas.

Los datos recogidos hasta octubre de 2020 muestran cómo, desde marzo, se han reducido en números absolutos tanto el número de batallas violentas como la violencia contra civiles. Sin embargo, en números relativos se percibe como la violencia no ha disminuido, sino que hay zonas como África y Oriente Medio donde incluso ha aumentado. La ponente ha recordado que actualmente los datos pueden no ser del todo completos, ya que las ONGs y los medios de comunicación que trabajan en la zona pueden no estar plenamente operativos justamente por la pandemia. Además, en algunos casos la reducción de la conflictividad puede ser consecuencia de otros factores ajenos a la COVID-19.

Balcells ha continuado hablando sobre el terrorismo internacional y ha analizado dos posibles derivadas: que la pandemia lo reduzca o lo incremente. La pandemia puede reducir el terrorismo porqué los espacios públicos de captación, como espacios de oración, están más restringidos, y hay una limitación de movimientos que impide la movilidad y dificulta la capacidad operativa de los grupos. Además, los medios ya no hablan tanto de ello, el foco informativo está en temas económicos y sanitarios y la guerra y el terrorismo han quedado en segundo plano. Sin los medios y la vía para hacer propaganda del miedo, el terrorismo pierde fuerza.

También hay factores que pueden aumentar el terrorismo, ya que los países no están tan centrados en la seguridad nacional e incluso están desviando dinero de estas partidas a la gestión de la pandemia. La narrativa de Estado que fracasa, que no gestiona bien la crisis sanitaria, puede también llevar a llamar a cambios y promover la difusión de propaganda, teorías conspiranoicas y desinformación para generar desconfianza hacia los gobiernos. El incremento de la conectividad de los jóvenes en internet puede incrementar igualmente la captación de jóvenes, que son ahora un colectivo aún más vulnerable por culpa de la pérdida de oportunidades laborales. Grupos como ISIS ya se empiezan a aprovechar de ello.

Según Laia Balcells, las protestas no violentas se han reducido, mientras que las violentas se han mantenido estables durante la pandemia. Los grupos negacionistas, conspiranoicos y la extrema derecha se han manifestado violentamente durante los meses más duros de la pandemia. En cuanto a las guerras civiles, los altos al fuego no han durado demasiado. La mayoría se detuvieron cuando se pidió desde Naciones Unidas, pero no hay evidencias de que ninguno de estos altos al fuego pueda llevar hacia un proceso de paz, ya que las negociaciones también son más complicadas. Ha mencionado países como Siria, Afganistán o Brasil, donde los conflictos han disminuido, pero ha recordado que no sólo es debido a la pandemia. En Siria, en marzo se declaró un alto al fuego previo a la pandemia. Y en países como Yemen o Libia, la violencia ha aumentado desde que se ha violado el alto el fuego. Así pues, no hay una respuesta homogénea en cuanto a los conflictos armados y hará falta tiempo e investigación para poder ver la imagen completa y entender qué ha pasado y qué está pasando.

En cuanto a las predicciones de cuáles pueden ser las consecuencias a medio y largo plazo, Balcells cree que muy probablemente la violencia aumentará debido a la crisis económica. Cuando hay estabilidad y riqueza, los conflictos disminuyen; el paro en la educación, como se ha visto en estudios realizados en Afganistán, puede aumentar la violencia en un futuro por los efectos que tiene en el desarrollo de los estudiantes; las desigualdades raciales, regionales o entre grupos pueden promover el descontento y la insatisfacción con el gobierno y respuestas conflictivas; la coerción y el control del Estado justificados por el control de la pandemia pueden provocar reacciones negativas que deriven en conflicto.

En el turno de preguntas se ha hablado sobre el papel y el peso de la ONU en la parada del conflicto, la falta de información fiable, la tentación de los Estados a ser más coercitivos de lo necesario para controlar la pandemia y los posibles conflictos entre países para acceder a la vacuna.

Organizado conjuntamente con:

IBEI